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Sangre verde derramada

por Eleuterio Martínez
Publicado originalmente en el Listín Diario del 2 de noviembre del 1999. Reproducido aquí con la autorización del autor

El Cinturón Verde se fracciona en pedazos para dar paso al modernismo, sus reservas ecológicas más valiosas son víctimas del vandalismo de los invasores que no respetan ni siquiera la cabecera de sus manantiales.
 

¡Progresamos! No hay dudas, pero ¿a qué precio? Nos resistimos a creer que para alcanzar el desarrollo sea indispensable destruir a la naturaleza. No, no es cierto. El progreso no es tal si se erige sobre la ruina del capital verde. Tiene que haber otra vía. Debe existir alguna forma de crecer sanamente y como Dios manda. A la naturaleza no la podemos engañar y mucho menos destruirle la base en que sustenta la vida, incluida la del ser humano. Proceder de esta manera no es inteligente, aunque momentáneamente así lo parezca, pues si el carro del desarrollo avanza sobre el cadáver de la naturaleza, de seguro que no va a llegar muy lejos.
Tal parece que el Cinturón Verde solamente le importaba a Balaguer, quien lo creó y dio muestras fehacientes de su interés por su conservación, enfrentando cuantos intereses se pusiesen de por medio. Ahora no hay forma de frenar a los políticos, a los promotores inmobiliarios y mucho menos a los infelices ‘‘padres de familia’’, que por su condición social, hay que permitirle invadir hasta los recintos ecológicos más importantes que conforman el principal pulmón de la ciudad.

El mejor ejemplo es lo que ahora mismo, en estos precisos momentos, está ocurriendo en la cabecera del Arroyo Manzano a su paso por los Girasoles, donde un grupo de personas se organizaron para declararle la guerra a todo lo verde que estuviese en pie. Allí todavía impera la ley del machete, del hacha, del pico, de la azada y de cualquier otra herramienta de corte. Y este es un bosque de verdad, pero los árboles no pueden huir, tienen que morir de pie. Hay que ir a ver lo que allí está sucediendo para saber hasta donde puede llegar la brutalidad humana.

Los hechos están ahí, tan fresquecitos que no hay forma de borrarlos. Los agresores tienen nombres y apellidos. iQue es un problema gordo?, claro que sí, pero tenemos que buscarle una salida. Estimamos que éste es el momento justo para saber si el principal pulmón verde de la ciudad de Santo Domingo tiene dolientes. El Consejo Nacional de Asuntos Urbanos y el Ayuntamiento del Distrito Nacional tienen que sentarse alrededor de la mesa y decidir lo que piensan hacer, pero las cosas no pueden seguir así.

Quienes hemos intentado detener las agresiones, recibimos amenazas y e intentos de sobornos como respuesta de los más osados y por otro lado, somos avasallados y ridiculizados por quienes tienen el poder para hacerlo. En esta conjura contra el ‘‘capital verde’’ de la Ciudad de Santo Domingo están envueltos siempre los mismos intereses: políticos, inmobiliarios, empresariales, oficiales, de los padres de familia y los avivatos. Y, aunque le parezca increíble, en estas acciones están unidos el Gobierno y la oposición. Basta una simple inspección para detectar quién es quien. Cuando la situación se observa de cerca, realmente da miedo.

No es cierto que nos oponemos al desarrollo, ni nos falta sensibilidad humana ante quienes no tienen nada. Creemos que hemos dado muestras sobradas de comedimiento y hasta de tener cierto olfato político. En el caso específico de Arroyo Manzano, lo único que pedimos es que se respete aunque sea los 30 metros de ley a ambos lados del curso de agua, aunque se pierda el resto. No es posible que después de un desalojo para salvar el bosque de la cabecera de este manantial, ahora los políticos le dan marcha atrás y le acondicionan el área para facilitarle el reingreso a los invasores.

¿Usted no lo cree?, pues yo tampoco, pero lo cierto es que al momento de escribir estas notas, hay un bulldozer parqueado en una de las calles que se están construyendo en la zona nuevamente invadida de Los Girasoles, la cual llega hasta el mismo borde del Arroyo Manzano. Pero al otro lado de la avenida Cristo Redentor la situación no es menos crítica, aquí en un santiamén instalaron un pote de luz con su transformador, para alumbrar las primeras casitas construidas sobre los restos de madera muerta del bosque acabado de talar. Y no vaya usted a creer que fue el hijo de la vecina quien dio las órdenes que todo esto se hiciera tan rpido.

Es imposible tapar el Sol con un dedo. Esta realidad está a la vista de todo el mundo.

Cinturón verde

Creación: Decreto 183-93 del 24 de julio de 1993
Zonas ambientales: Río Haina, Arroyo Guzmán, Arroyo Manzano, Río Isabela, Río Ozama, Los Humedales, Arroyo Cachón y Zona Oriental
Recursos naturales: Ríos, arroyos, caños, estuarios, lagunas, humedales, manglares, bosques de galería, bosque húmedo tropical, terrazas marinas, vegetación costera, farallones, aves (nativas, endémicas y migratorias), reptiles, anfibios...
Finalidad: Regular el crecimiento urbano de la capital, proteger la biodiversidad del entorno citadino, las fuentes de agua, los monumentos históricos, los campos de pozos de agua potable, áreas recreativas
Organismo rector: Consejo Nacional de Asuntos Urbanos
Equipo interinstitucional: Ayuntamiento del Distrito Nacional, Dirección General Forestal, Las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, el Banco Central, la Superintendencia de Seguros, Banco de Reservas, Dirección Nacional de Parques, Codetel y el Banco Hipotecario Dominicano. Arroyo manzano,

Con un golpe en la cabeza y la soga al cuello

El Cinturón Verde lanza un S. O. S. La violación a los acuerdos arribados para autorizar la construcción de un ‘‘hiper mercado’’, arruina la biodiversidad de la cabecera de un manantial

Macondo le queda chiquito a Los Girasoles. Aquí como allá, el ingenio de sus moradores no tienen límites, pero en lugar de Aureliano Buendía, protagonista de aquella famosa y laureada novela del Gabo, aquí (en la realidad) tenemos tres: Santos, Yipe y Alcibíades; pero puede aparecer uno nuevo cada da. Ellos no tienen apellidos y sus nombres tampoco son reales, sin embargo, all todo el mundo los conoce, pues son quienes orientan las invasiones, saben donde acudir cuando están en problemas y conocen todas las artes para convencer a las autoridades de lo correcto de sus métodos de supervivencia.

No creo que Gabriel García Márquez se vaya a sentir molesto si le hacemos un pequeño plagio para ilustrar una realidad y mucho menos creemos que vaya a sentir celos profesionales de un campesino que vive maltratando el idioma de Cervantes, si ensayamos un estilo distinto al utilizado por l para despertar el interés de sus lectores. Por eso nos vamos a permitir narrarle la tercera escena del primer capítulo de la novela que comenzó a rodarse el fin de semana del 23 de octubre del año en curso y que tuvo como escenario el Arroyo Manzano.

Una muerte anunciada

Llegaron dos yipetas, dos carros y una camioneta. El bulldozer estaba parqueado en medio de los árboles que había derribado para construir la calle que daría acceso al reasentamiento. En la entrada estaban todos: los promotores, los invasores y los que se identificaban abiertamente como miembros del partido. Aunque tienen varios años residiendo en Los Girasoles, ninguno tenía un techo para vivir.

Los antiguos desalojados desistieron de su intento en su mayoría, ahora son los enganchados al partido de gobierno quienes se la buscan a como de lugar, pues no tienen nada que perder y mucho que ganar. ‘‘Con un par de banderas, algunos afiches del candidato y una gorra le llenamos los ojos a los funcionarios’’.
Fue una autoridad de la Secretaría de Estado de Obras Públicas la primera en descender de su vehículo y aunque buena parte de los terrenos son privados, entre los funcionarios también había uno del Consejo Estatal del Azúcar, el cual sería el responsable de legalizar la destrucción del bosque para sustituirlo por las casuchas que tendrían que levantarse rápidamente para ponerles las banderas insignias o para denunciar en la televisión, dar declaraciones a los noticiarios radiales u ofrecer detalles a la prensa escrita, por si acaso algo le sale mal o fuera de lo planeado y las autoridades del Cinturón Verde hacen las gestiones de desalojarlos.

Aquello era de película. Tras los funcionarios corrían todos tatando de ganarse el favor de la atención. Todos estában solícitos a contestar las preguntas que se les ocurriese a quienes tenían en sus manos decidir el destino de los terrenos. Allí nadie habló del Cinturón Verde pero todos estaban conscientes de que se trata de un rea protegida. iPerfecto!, haba espacio suficiente para alojarlos a todos. Se imparten las rdenes para que las calles se terminen de construir en el menor tiempo, mientras se preparan los planos de los lotes y se hacen los arreglos institucionales.
Los que no pudieron convencer a nadie de que eran militantes del partido y se quedaron fuera del concurso, decidieron cambiar de estrategia y para eso se contaba con la ayuda oportuna de los tres expertos en asuntos de invasión. Al día siguiente, muy temprano en la mañana, machetes y hachas en manos, le entraron al bosque contiguo, pues solamente tenan que cruzar el mantial que an permanece cristalino porque no había salido de la alfombra verde que adorna su cabecera.

Cada día es mayor la cantidad de árboles derribados. Solamente la ambición les cegaba ante tal destrucción. El terror que tienen montado les garantiza impunidad ante el crimen. Ni policías, ni guardias, ni nadie que no sea uno de ellos, puede acercarse por allí, so pena de salir ms cortado que los palos que están en el suelo.

Los vecinos

La escena que se desarrolla al otro lado de la avenida no es menos tétrica. Estos fueron más inteligentes, pues sabían que se trataba de terrenos privados desde los cuales no serían desalojados porque averiguaron que formaban parte de las áreas de reserva del Cinturón Verde, donde no se dan permisos para el cambio de uso del suelo. La policía no les asusta, no obstante es mejor curarse en salud.

En tal sentido, se organizaron en grupo, al estilo convite, como ocurría en los campos de antes. En cuestión de días echaron abajo más de 50 tareas del bosque latifoliado que más llamó la atención de los gestores del Cinturón Verde. Como todo tenía que hacerse a la vez y en el menor tiempo posible, se comenzó a levantar casuchas con los mismos árboles derribados, con cartones y una que otra plancha de playwood para las puertas.
‘‘Ponemos una bandera en el frente, tapamos los agujeros con los afiches del candidato y decimos que se trata de un comité en formación’’, decía el líder. Mientras unos jugaban dominó, otros siembraban maíz, batata y guandul. Esta estrategia no falla, pues hasta ahora a ninguna autoridad, por más responsable que sea, no se le ha ocurrido eliminar los cultivos que sustituyeron al bosque preexistente. Estos métodos se han ensayado una y otra vez.
Cuando fueron advertidos por las autoridades de que serían sacados de allí, cerraron la entrada del camino de acceso, se fueron a la televisión a denunciar que había planes de desalojarlos de unos terrenos donde tienen 15 años residiendo. En principio solamente se levantaron ocho casitas, más otras tantas marcadas. Durante la noche, como cada quien tenía su hagar en Los Girasoles y el área que estaban invadiendo no tenía luz, cada quien se iba para su casa. Al amanecer, bien temprano se lleva a la mujer y a los muchachitos para dar la sensación de que habitan allí, mientras el hombre tiene que salir en busca de los pesos a la calle.

Ellos saben que ante cualquier error lo pierden todo, por eso es mejor crearse un sello de seguridad. En primer lugar le ofrecen solares privilegiados a los vigilantes del Cinturón Verde. Al aquellos responder con la intimidación correspondiente, se buscan miembros de la Policía Nacional y de las Fuerzas Armadas, algunos oficiales retirados y hay quienes dicen que también los hay activos. Sea cual fuere el caso, de todo ello hay mucho de cierto y las autoridades competentes tienen conocimiento de la situación. Para sellar con broche de oro, también han alojado periodistas de reconocidos programas de noticia radiales.

Una super vigilancia

Esta situación nos da a entender que para salvar al Cinturón Verde habrá que remontarse al principio, pues desde el mismo momento de su creación se concibió la idea de crear un cuerpo de vigilancia especializado con miembros de las diferentes ramas de las Fuerzas Armadas (Fuerza Aérea, Ejército Nacional y Marina de Guerra) y la Policía Nacional, los cuales estarán bajo las órdenes de un oficial que trabajar directamente con el encargado de este proyecto y ambos a su vez, del Consejo Nacional de Asuntos Urbanos, para cumplir con la disposición del decreto 183-93.

Pero mientras no se haga conciencia de esta necesidad, estaremos lamentándonos y viendo con estoicismo la forma en que se nos va de las manos este patrimonio citadino. Ahora que la Policía Nacional acaba de anunciar que retirará los policías asignados a empresas privadas y le recortara la escolta a ciertos funcionarios, esperamos que el General Pedro de Jess Candelier pueda crear un equipo policial al mando de un oficial con suficiente rango y responsabilidad para que trate de detener lo que parece indetenible.

En el otro extremo

Dice un proverbio de la sabiduría de todos los tiempos que ‘‘entre el humo del incienso y el perfume de la oración, también se esconde el delito’’. Nada más cierto y para convencernos de esta realidad podríamos escoger uno de los tantos casos que se dan en la cotidianidad. En franca violación a todos los acuerdos firmados de buena fe por todos los que intervinieron en la venta y la compra de una propiedad en la cabecera de arroyo Manzano, en estos momentos también se rellena y se elimina una muestra bellísima del bosque latifoliado y la diversidad que caracteriza este punto del Cinturón Verde.

Un poquito más allá, otro señor que se le había advertido que su propiedad estaba dentro del Cinturón Verde y que por lo tanto, cualquier actividad a desarrollar en la misma, necesitaba de una autorización por las autoridades competentes, le vende maliciosamente a un tercero que no conoce los antecedentes, busca un permiso en el Ayuntamiento, otro en la Comisión Técnica Forestal y otro en la Direccin General Forestal, donde se hasta se le asignó un vigilante para que supervisara los árboles que debía cortar. Llevó un bulldozer y ya usted puede imaginarse lo que al final ocurrió.

Ninguna de esas instituciones pueden alegar desconocimiento de que se trataba de un área reservada y bajo la custodia oficial. Otros promotores se hacen pasar por más listos y después de los condicionantes que le ponen las autoridades del Cinturón Verde, se van a la sala capitular del Ayuntamiento del Distrito Nacional, consiguen un permiso por allá e intentan ignorar las disposiciones del decreto que crea este pulmón de la ciudad de Santo Domingo. Este es el drama de cada día. Estamos convencidos de que tenemos que ir adelante de los agresores, terminar los planes de manejo y convertir en ley lo que al fin habr de quedar como patrimonio verde. De buenas intenciones est empedrado el camino que lleva al infierno. Es hora de actuar, pues mañana puede resultar demasiado tarde.

RESPONSABILIDAD COMPARTIDA

En estos momentos se necesita un ‘‘Chapulín Colorao’’ para salvar al Cinturón Verde. Hay quienes piensan que solamente a Balaguer podría hacerle frente a esta situación con éxito, pues sólo a él se le ocurría mandar a desalojar 8,000 personas del Cachón de la Rubia en plena campaña del 94 (y con todo y eso gana las elecciones). Quien no recuerda que en 1995 fue el propio Presidente de la República quien orden paralizar el drenaje de la Laguna de Cuesta Hermosa, puso al Secretario de las Fuerzas Armadas para que se la cuidara y declaró de utilidad pública 380,000 metros cuadrados de los 500,000 que tenía el proyecto Isabel Marinas para incorporarlos a este proyecto.
No pensamos que ahora se va a proceder igual, primero porque los problemas actuales, aunque son más numerosos, ninguno alcanza la magnitud de aquellos y segundo porque la concepción que las actuales autoridades tienen de la ciudad podría ser otro. Lo cierto es que en el Gobierno hay funcionarios comprometidos con la conservación del Cinturón Verde, no nos cabe dudas porque eso se percibe, pero aunque es doloroso reconocerlo, no tienen el poder de decisión que tienen otros, para los cuales este proyecto es un obstáculo que quisieran quitar del medio.
Todo esto nos lleva a una conclusión: para salvar al Cinturón Verde, la ciudadanía de la capital dominicana tiene que involucrarse y participar activamente, elevar el debate hasta convertirlo en un tema de campaña y exigir una posición al respecto de los candidatos a la Presidencia de la República, para ver quien nos convence para que le demos el voto. ¿No le parece? iUsted y yo somos responsables de lo que será en lo adelante el Cinturón Verde!.



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updated november 13 1999